En muchas ocasiones, después de una victoria agónica en los
últimos instantes de un partido, se disparan las emociones, la euforia y la
satisfacción plena penetra en nosotros como lo hace el aire al recorrer nuestro
organismo después de una fuerte inspiración. Lo cierto es que muchas veces, esa
situación, la de ganar cuando ya no hay tiempo ni margen de mejora, se asocia a
situaciones límite, donde la heroica se supone como la única forma de alcanzar
el objetivo.
Todo esto viene a colación de la última victoria de nuestro
Racing en Boiro. ¡Con qué buen sabor de boca nos fuimos a disfrutar la tarde! Y
es cierto. Nos fuimos contentos y con la sensación generalizada de que, tras
una serie de partidos donde el nivel global del equipo había descendido, la
intensidad y la superioridad trabajada en el campo se impusieron al final.
Y la verdad es que con el partido de ayer, ya son tres las
ocasiones en las que el equipo marca en los momentos finales, in extremis. Sin
duda, la gente que no conozca el estilo del Racing o no haya visto el
desarrollo de la actual temporada, pueda asociar este hecho a la suerte. Sin
embargo, y siempre desde mi punto de vista, no lo veo así. Cierto que podemos
meter en una coctelera una pizca de suerte, acompañada de una parte de heroismo.
Pero esta mezcla estaría incompleta. En esta ocasión, faltaría bastante de intensidad,
lucha, actitud y superioridad técnica del equipo. Es decir, el Racing no
consigue solventar los partidos a última hora sólo por un factor tan aleatorio
como la suerte.
Esta es precisamente mi reflexión de hoy. Muchas ocasiones,
vemos a un gran club como al Real Madrid ganar en los momentos finales y
achacarlo al hecho de que el equipo merengue se caracteriza por el empuje final
que hace en partidos apretados. Con el Racing, sucede lo mismo. Los equipos
contrarios ven a nuestro equipo como al Real Madrid de la categoría, como a un
club grande e histórico, por lo que encerrarse y dificultar al máximo los
partidos son la nota característica de todos ellos. Es en esos momentos, donde
se imponen la calidad técnica de los jugadores racinguistas y la superioridad
técnica de los mismos, junto al empuje e intensidad, encerrando a los rivales
en su área y creando multitud de ocasiones que, muchas veces se acaban
materializando. Por todo ello, no es casualidad que se ganara ayer, al
Valladolid B o al Tudelano de esta manera, o se embotellara a la Cultural
Leonesa (donde faltó el gol, con permiso de los postes), o se resolvieran otros
partidos como contra el Burgos o el Amorebieta en esta fase final de los
encuentros. Hay más mérito de lo que nos creemos.